Early years
Bueno, creo que es momento de presentarse. Me llamo Iván, soy surfer y skater, asturiano y residente en Milán. Me gusta escribir, hablar, escuchar música, ver películas y sentir como fluye la adrenalina dentro de mi. Me gusta, "pà que decir que no si sí" y además podría decir que necesito esa sensación para vivir, o al menos para vivir feliz. Y quién este libre de pecado que tire la primera piedra, o mejor que levante la mano.
Comencé a patinar con nueve años, es decir en 1982, justo después de que mi hermano y yo nos gastásemos las mil pesetillas que tanto nos había costado conseguir en un flamante monopatín de plástico verde. Era cojonudo, es cojonudo porque aún lo tenemos. Un pequeño monopatín, estrecho, con ruedas blandas de esas que se grapan al asfalto y te perdonan cada vez que pasas por encima de una piedra. Empezamos a bajar sentados por la cuesta que baja desde nuestra casa hasta el pueblo, una bonita cuesta poco traficada por aquel entonces y casi recién asfaltada. Poco a poco nuestro estilo fue evolucionando hasta que descubrimos que la perspectiva era mucho mejor de pie que de sentados. Sobre todo porque así jodíamos menos los playeros y mamá se enfadaba sólo cuando llegábamos a casa con las rodillas picadas.
Ese fue mi primer contacto con el skateboard. Poco después mi primo mayor, Jose, nos regaló otro monopatín, rapidísimo, una tabla de aluminio que había sido shapeada por mi tío y que montaba unos ejes profesionales. Aquella tabla volaba, pero se la quedo mi hermano dado que yo seguía enamorado de nuestro viejo monopatín verde.
Ni que decir tiene que por aquel entonces nunca habíamos oido hablar de ollies, flips ni nada parecido. Yo no tenía ni idea de que era un skatepark hasta que una vez vi un reportaje de skateboard en una revista infantil, en una foto salía un skater patinando dentro de un tubo, llevaba una especie de cilindro atado con un trapo en una mano. La imagen se me quedó en la mente junto con unas escenas que había visto en televisión de varios locos que pasaban por debajo de enormes camiones, siempre patinando. Mientras tanto nosotros seguíamos bajando aquella cuesta para volver a subirla, bajar y subir, bajar y subir. Slalom, carving, pequeños derrapes. Todo sacado de nuestra imaginación y combinado con un estilo surfero. Era divertido, pero subir y bajar, subir y bajar, subir y bajar era un poco fatigoso. Bastante fatigoso.
Fue entonces cuando llegaron a mi los ecos del half-pipe. Una cuesta eterna, pensaba yo. No hace falta caminar, te tiras y vas y vienes y vuelves a ir y vuelves a venir. Un half-pipe. Y la imagen del half-pipe se quedo, junto con la del tubo y con aquella de los camiones, en mi cabeza.
Un half-pipe, half-pipe, half-pipe. ¡Qué ganas tenía de probar! Tenía tantas gas que no me enfrente a uno hasta los veinte años ¡diez años después! ¿La razón? Mañana os la cuento.
6 comentarios
carlos -
Ivan Skateando -
Esta historia es muy interesante, gracias.
Ivan
Carlos Johnny -
Carlos Johnny -
Carlos -
Carlos -